5/11/2025

LAS HADAS AVENTURERAS DE CÓRDOBA


 El sol de la tarde doraba los tejados de Córdoba mientras Diddi, Finella y Clorofila se preparaban para su última aventura. Diddi que era un elfo un poco gordito y con una risa contagiosa, ajustaba su cinturón de bellotas. Finella, esbelta y de movimientos gráciles, revisaba el mapa realizado con corteza del árbol. Clorofila con su cabello verde brillante y su afinidad con las plantas, llenaba su pequeña bolsa con semillas mágicas.

"¿Listas mis valientes exploradoras?" Preguntó Diddi, con una sonrisa que iluminaba su redondo rostro. 

Finella asintió con entusiasmo. "¡Más que listas! He oído que en los jardines secretos del Alcázar florece una baya que concede en deseo".

Clorofila, mientras ataba la bolsa a su hombro, añadió: Y dicen que está custodiada por un murmullos de hojas parlantes".

Con un aleteo coordinado, se elevaron en el aire, dejando atrás el aroma a azahar de la ciudad. Volaron sobre tejados rojizos, los patios llenos de flores y los estrechos callejones, sintiendo la cálida brisa andaluza en sus alas.

El viajes a los jardines secretos del Alcázar los llevó a través de un bosque antiguo donde los árboles susurraban secretos al viento y las luciérnagas danzaban en la penumbra. Diddi, a pesar de ser el más corpulento, demostró ser un volador resistente, manteniendo el ritmo de sus amigas sin dificultad. Su buen humor era un faro constante, animando a las demás cuando el camino se volvía un poco largo.

Finalmente, llegaron a una entrada oculta detrás de una cascada de glicinas. el aire aquí era dulce y vibrante, lleno de zumbido de insectos diminutos y el suave murmullo de las hojas.

"Éste debe ser el lugar", susurró Finella, desplegando el mapa. "Según esto, la baya del deseo se encuentra en el corazón del jardín" .

Se adentraron con cautela, observando las flores de colores imposibles y las plantas que brillaban con una luz tenue. De repente, un coro de voces suaves los rodeó.

"Intrusos... ¿qué buscáis en nuestro jardín?"

Eran las hojas parlantes, susurrando desde los árboles y los arbustos. Clorofila, con su conexión especial con el mundo vegetal. dio un paso adelante.

"Venimos en son de paz", dijo con voz suave pero firme. "Hemos oído hablar de la baya que concede deseos y nos gustaría pedir uno".

Las hojas murmuraron entre ellas, un sonido como el suave roce de la seda. Después de un momento, una voz más grave se alzó.

"Solo aquellos con un corazón puro y un deseo sincero pueden obtener la baya".

Diddi, Finella y Clorofila se miraron. Cada uno sabía en su corazón la sinceridad de sus intenciones.

"Nuestros deseos son para ayudar a otros". Declaró Finella con convicción. "No buscamos riqueza ni poder".

"Deseamos traer alegría y curación al mundo". añadió Clorofila, sosteniendo una de sus semillas brillantes.

Diddi sonrió con calidez. "Y deseamos que nuestra amistad siga siendo fuerte y que podamos vivir muchas aventuras, y jamás separarnos".

Las hojas guardaron silencio por un instante, y luego, con un suave suspiro, se apartaron, revelando un claro en el centro del jardín. Allí, en un pedestal de musgo, brillaba una baya de color dorado iridiscente.

Con reverencia, Finella se acercó y tomó la baya. Una oleada de energía cálida la recorrió.

"¿Qué desearemos primero?" preguntó, mirando a sus amigos.

Diddí y Clorofila se miraron y sonrieron. Sabían que su mayor tesoro ya lo tenían: su amistad incondicional y el espíritu aventurero que las unía.

"Creo que ya tenemos todo lo que necesitamos", dijo Diddi con una sonrisa radiante.

Clorofila asintió: "La verdadera magia está en lo que compartimos".

Y así, los tres amigos, Diddi, Finella y Clorofila, regresaron a Córdoba bajo la luz de la luna, con la promesa de muchas más aventuras por venir, sabiendo que la amistad era la más preciada de todas las magias.


Escrita por: Manuel Muñoz

No hay comentarios:

Publicar un comentario