5/31/2016

El Panderete de las Brujas (Córdoba)

Cuenta la leyenda que entre la calle Rave y la calle Frías, en el barrio de la Magdalena, existía una plazoleta estrecha y oscura, que en uno de sus rincones, en el que había una vieja acacia, estaba la casa de Flora que consistía en un portalillo lúgubre y una habitación estrecha e incómoda.
Flora se creía adivina, sabia y bruja tan famosa llegó a ser en Córdoba con su casa, su rincón y su misterio que la envolvía, que aquella plazuela se quedó para siempre con el nombre de Panderete de las Brujas, que es lo mismo que decir lugar donde se reunían las brujas de la ciudad a tocar el pandero.
Aseguraba Flora que era capaz de leer el porvenir a sus clientes con solo verlos. En su casucha ejercía su oráculo y tenía mucha clientela. Por las noches aquel paraje tenía un aspecto fantasmal, y los vecinos evitaban pasar por allí.
Para que su fama y sus ganancias fueran aumentando, contaba Flora mil historias fantásticas pero descabelladas:
Que allí mismo en la puerta de su casa todas las noches se reunían las brujas de Córdoba que eran muchas, y que esperaban la llegada de las diablesas, que aunque eran menos tenían más categoría, bailando y tocando el pandero y el tamboril, que lo tocaba la más joven del aquelarre, después siguiendo a la principal de todas marchaban volando al lugar elegido para celebrar sus bacanales nocturnas. El cortejo de diablesas volaba como navegando sobre el río, que desde el cielo veían los molinos, las torres y llegaban a Medina Azahara y de allí a la torre del homenaje del castillo de Almodovar, donde en sus mazmorras vivía el zángano jefe que las vigilaba y poseía cuando deseaba. Otras veces contaba que los ruidos que hacían las tormentas eran las brujas  las que los originaban al coger y escapar con los niños que jugaban por las tardes en las orillas del Guadalquivir.
Siempre terminaba sus relatos contando entusiasmada los vuelos nocturnos llenos de ruidos y risas que ella y sus comadres hacían en sus escapadas por los cielos de Córdoba.
Con estas historias que ella se inventaba dejaba Flora hipnotizados a sus clientes.
Hoy no existe la plazoleta del Panderete de las Brujas, pero podría haber sido la que hoy se llama Plazuela de las Peregrinas, que es la única que hay por las calles Rave y Frías, aunque no es tétrica ni oscura, es una placita alegre, soleada y llena de coches aparcados.

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