11/18/2014

Los fantasmas del Camping Los Alfaques - Tarragona

El accidente del camping de Los Alfaques se produjo el 11 de Julio de 1978 en un camping de playa situado en el municipio de Alcanar, comarca del Montsiá en la provincia de Tarragona (España), a solo 3 km del núcleo urbano de San Carlos de la Rápita, donde tuvo lugar un gravísimo accidente por la explosión de un camión cisterna que transportaba propileno licuado. El resultado fue de 215 fallecidos, más de 100 heridos graves, y la destrucción de la mayor parte del camping.
El camión cisterna cargado con 25 toneladas de propileno licuado salió desde Tarragona de la refinería Enpetrol y se dirigió hacia el sur por la actual N-340, hacia Alicante. La cisterna tenía una capacidad aproximada de 45 metros cúbicos y la cantidad cargada era de unas 25 toneladas cuando la máxima cantidad permitida era de 19,35 a una presión de 8 bar (unas 8 atmósferas). Además, la cisterna, fabricada en acero al carbono, no disponía de ningún sistema de alivio de presión.
Probablemente para ahorrarse el paso por el peaje, que el conductor del camión cisterna habría tenido que pagar de su propio bolsillo, decidió conducir por la N-340 en dirección sur. Después de recorrer 102 kilómetros, en el kilómetro 159,5 y siendo las 14:35, al pasar por delante del camping "Los Alfaques", ocurrió la catástrofe. En ese momento, el camping tenía registradas unas 800 personas, y se estima que entre 300 y 400 se encontraban dentro del radio de la explosión, calculada entre 0,5 y 1 km, y que mató instantáneamente a 158 personas.
"Recuerdo haber visto un objeto volar. Nos quedamos todos mirando al cielo hasta que cayó y cuando cayó pues sé que hubo una explosión muy fuerte y a partir de ahí muchísimas explosiones" comenta Laura Giménez, una superviviente.
Lo que ve Laura volar es la cisterna del camión cargado de gas, que cuando cae al suelo forma una gran bola de fuego que se come las caravanas y las tiendas que se encuentran a su paso y acaba con la vida de muchos campistas.
La bola de fuego resultante cubrió en un instante la mayor parte del campamento, afectando la plaza al sur de la calle, y a muchos de los veraneantes que estaban allí. Además, las altas temperaturas, de más de 2000ºC, hicieron que la gran cantidad de bombonas de gas que había en el propio campamento se inflamaran, sumándose al fuego de la explosión.
En segundos, los cuerpos de más de 100 campistas se convierten en estatuas de carbón y los coches y las tiendas quedan destrozados por las llamas. Un centenar de turistas resultan heridos. La mayoría agonizan unas horas más hasta morir en el hospital porque las quemaduras son demasiado graves.
158 personas, entre las que se incluye el conductor del camión, murieron en el acto. La temperatura en la zona fue tan alta que hizo hervir el agua de la orilla del mar hacia donde las víctimas huían.
Los heridos fueron transportados a los hospitales de Barcelona y Madrid y así como en la clínica especial La Fe de Valencia. Durante los días y semanas posteriores fallecieron otros 70 veraneantes debido a la gravedad de las quemaduras. En total murieron 215 personas, entre ellos muchos turistas alemanes así como franceses y belgas. Además, más de 300 personas sufrieron graves quemaduras de consecuencias persistentes.
La gravedad de las quemaduras dificultó la identificación de las víctimas. El trabajo de la Comisión de Identificación y el Departamento de Investigación Criminal de la República Federal Alemana permitió la identificación de todas. Voluntarios del Hospital Verge de la Cinta de Tortosa extrajeron muestras de sangre ventricular de 105 de los cuerpos del accidente, que se encontraban en el cementerio de Tortosa.
En Enero de 1979, medio año después de la explosión, se da por finalizada la identificación de cadáveres. El balance de la tragedia es de 215 muertos y 67 heridos.
A veces las tragedias se repiten com si el tiempo se hubiese quedado encadenado a ese lugar. Un evento terrible condenado a repetirse una y otra vez.
Algo así es lo que experimentó Javier Martín Moraleda natural de Zaragoza, quien estando de vacaciones en San Carlos de la Rápita, el 19 de Agosto del 2003 se fue con su mujer e hija a visitar Peñíscola y a la vuelta llegando ya a San Carlos sobre la 1:30 o 2:00 de la madrugada, decide dar las luces largas debido a que era una noche sin luna y apenas se veía nada Fue entonces cuando pudo observar a siete u ocho personas al otro lado de la carretera, invadiendo incluso el carril y separados entre si por una distancia aproximada de 1 o 1,5 metros.
Según el testigo pudo distinguir a alguna que otra mujer entre el grupo pero el que más le llamó la atención fue el último de la fila, un hombre vestido con pantalón corto color crema, un chaleco tipo cazador, un gorro para el sol y un cubo que llevaba en la mano, al mirarle a la cara sólo pudo ver una gran negrura. Todos estaban quietos, como paralizados y con la mirada fija, unos mirando la carretera y otros hacia el campo que queda al lado opuesto de la calzada.
Al sobrepasarlos y mirar por el espejo retrovisor advirtió que aún seguían allí inmóviles sobre el asfalto. Fue entonces cuando despertó a su mujer que dormía en la parte de atrás junto a su hija y le contó lo que acababa de ver, ésta le contó que estaban por el camping de Los Alfaques, donde hace algunos años murió mucha gente quemada y se vivió una auténtica tragedia.
Son muchos los testimonios que aseguran haber oído cánticos y haber visto niños con atuendo veraniego paseando por la carretera a altas horas de la noche. Fantasmas de todos aquellos que allí murieron que todavía no saben que perecieron.
El último testimonio es el del Guardia Civil Daniel, el cual contaba para el programa de Milenio 3, que estando de servicio junto con su compañera en Febrero de 2010 en la zona de la playa donde murieron tantas personas, tuvieron un cara a cara con lo inexplicable.
Esa noche, llevaba ya 2 semanas destinado allí y junto con su compañera fueron a realizar un servicio de vigilancia exterior de la zona del litoral, por ser un lugar susceptible de alijos de droga. Sobre las 2 o 3 de la mañana, mientras hacían un barrido de la costa con sus cámaras de visión nocturna, justo en mitad de la playa apareció una silueta de mujer, de melena corta y con ropa no adecuada a la época del año que llevaba de la mano a un niño que parecía llevar una gorrita en la cabeza.
Les llama la atención el que esas figuras deberían de tener un calor que suele detectar la cámara de visión nocturna y sin embargo no detectaba nada.
Paseaban lentamente por la playa, como lo haría una madre con su hijo en pleno Agosto y se dirigían paralelamente al mar hacia el lugar en que estaban ellos y de repente desaparecieron sin dejar rastro. Los dos guardias pudieron verlos durante unos 20 o 25 segundos antes de que desaparecieran.
Deciden entonces bajar al punto exacto en donde les habían visto y allí no había huella alguna, ni lugar alguno en el que esconderse.
Cuando fueron al cabo de guardia para darle las novedades, éste medio en broma les dijo: "Yá, a ver si va ser uno de los fantasmas de los del camping".

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