2/18/2022

Leyendas de Jaén

 

LAGARTO DE LA MAGDALENA

Sin duda alguna, la leyenda más conocida es la del Lagarto de la Magdalena, un animal que atemoriza a los pastores a finales del siglo XV comiéndose sus ovejas.
En el barrio de la Magdalena había un temible lagarto que atacaba a todas las personas que pasaban por allí a por agua, pues Jaén es muy rica en agua. Los ciudadanos ya estaba hartos y pidieron al rey que enviase a alguien a combatir contra el lagarto. Un preso que estaba condenado se ofreció a cambio de que le liberasen. Pidió la piel de una oveja, pólvora, panes y un caballo. Fue hacia el raudal y empezó a tirarle los panes al enorme lagarto, llegó a una calle sin salida y le tiró la pies de oveja con la pólvora dentro. El lagarto se la tragó. Al cabo de unos minutos explotó y el preso retomó su libertad.
Hay que tener en cuenta que en las crónicas antiguas no se habla de un lagarto sino de una gran sierpe, es decir, una enorme serpiente, o sea, típica denominación en los textos antiguos para este tipo de monstruos que no dejan de ser los legendarios dragones, lo que aparece en el escudo de la catedral de Jaén y lo que tradicionalmente se ha dicho asemeja la figura de la propia ciudad recostada alrededor del cerro de Santa Catalina.

LA LEYENDA DE LA CUEVA DEL TESORO DE LA PUERTA DE BAEZA

Hay multitud de leyendas jienenses que insisten en ello, en que las galerías y cuevas secretas de la ciudad poseen un tesoro, y en todo en un contexto misterioso y oculto que hay que respetar, para evitar terribles consecuencias. Tesoros que no tienen que ser siempre materiales, sino que serían sagrados y tendrían que ver con el secreto conocimiento que se guardaba en la ciudad santa del santo reino Jaén.
En la plaza de los Huérfanos de Jaén, en donde estaba una de las imponentes puertas de la muralla, la de Baeza, de la que ahora solo queda poco más que los cimientos, se sitúa una de las leyendas más curiosas y esotéricas que se conservan.
Se trata de un tesoro posiblemente propiedad de la familia judía que habitaba esa casa y que algún día volvería para recuperar sus propiedades tras la expulsión de los judíos de Jaén. Cuenta que unos ganaderos que estaban de viaje pidieron pasar la noche en una casa entre la plaza de los huérfanos y la calle del mismo nombre. Aceptando la dueña por la generosa retribución que le ofrecían los pastores, estos se alojaron en el sótano, como ellos querían. A media noche la hija de los dueños se despertó y oyó unos extraños susurros que procedían de los sótanos de la casa, y sigilosamente descendió hacia ellos y vio, sin que los hombres se percataran de su presencia, como estos se encontraban alrededor de una vela encendida y pronunciaban unas palabras en un idioma que no comprendía. Tras las palabras y el ritual se abrió mágicamente una raja en los muros; sin pausa, los pastores entraron por la grieta y a poco salieron cargados de monedas, joyas y otros objetos preciosos.
Apagaron la vela y entonces la brecha del muro de cerró. Al día siguiente los ganaderos abandonaron la casa, y la muchacha, que había memorizado las extrañas palabras que oyó pronunciar, pidió a su madre, tras decirle escuetamente lo que había visto, que la acompañara al sótano esa misma noche. Encendió la vela, que estaba ya muy pequeña por el uso de los pastores, y repitió el ritual que había observado, pronunciando las palabras mágicas; entonces efectivamente, se abrió de nuevo el muro, ante el gran asombro de la madre. Mientras que la madre se quedó sosteniendo la vela, la hija entró en la cueva y deslumbrada ante el magnífico tesoro que cobijaba se entretuvo, la madre desesperada advirtió que la vela estaba a punto de apagarse, que cogiese cualquier cosa y saliera corriendo, pero la codicia de la joven la entretuvo hasta que por fin la vela se apagó son que la muchacha reaccionara a tiempo ante los gritos de la madre que veía cómo la entrada a la cueva de cerraba. La madre, desesperada, se lanzó hacia el muro, pero este ya era de nuevo una sólida pared de piedra. Allí dentro de quedó la muchacha.

EL CASTILLO DE SANTA CATALINA

Sobre el Castillo de Santa Catalina también versan varias leyendas, la mayoría relacionadas con fantasmas. Quizá la más conocida de ellas se la de la amante del Condestable Iranzo, en cuya habitación se siguen escuchando ruidos y lamentos, y que se dice que se interpone cuando alguien intenta retratar a su amado.
Se cuenta que el Condestable Iranzo se enamoró de una mora y era correspondido. Los dos amantes se casaron y un día el Condestable tuvo que ir a combate. Los súbditos estaba celosos de ella, pues creían que el rey no pensaba en ellos. Quemaron y violaron a la mujer mora cuando estaba embarazada. Desde entonces se oyen sus lamentos, y si la veis estará moviendo los muebles.
Otra leyenda a destacar dice que en la época de los moros, el Castillo de Jaén tuvo un gobernador llamado Omar, valiente guerrero pero a la vez delicadamente enamorado de su esposa, Zoraida. Una tarde fue reclamado en la ciudad por el Cadí y partió al galope. No volvió y su esposa, tras una angustiosa noche, salió en su busca, lo encontraron con un puñal en la espalda en un altozano cercano al castillo. Tal era el dolor de la viuda que se abrazó al cadáver y rompió a llorar sin consuelo.
Cuando sus acompañantes intentaron separarla del cuerpo de su marido, cayeron en la cuenta de que había muerto también, pese a que seguía derramando abundantes lágrimas y que éstas, al caer al suelo, se fundían con aguas cristalinas que brotaban del suelo, en un lugar que siempre había sido seco. Allí se formó una fuente que hoy se conoce como Caño Quebrado. Desde entonces en las noches de febrero, aparecen dos figuras como espectros abrazados que se alejan hacia el castillo.

LA MESA DE SALOMÓN

La ciudad siempre ha estado muy relacionada con el esoterismo. Los judíos son, entre otros, los que  durante siglos buscaron el nombre de Dios, es decir, el conocimiento perfecto que solo encontró Salomón y que dejó escrito en su anillo y en la mítica Meda de Salomón, tablero o espejo que, como dice Juan Eslava Galán, se encuentra oculta en Jaén, en el Santuario de la Diosa Madre que se identifica con la actual solar de la Catedral. Esa sabiduría daba, además, riqueza y todos aquellos que en Jaén estuvieron relacionados con este Santuario mítico tuvieron fortunas ingentes que sus solos medios no podían explicar. Como Salomón, que construye un gran templo lleno de riquezas que trae -además de expertos que lo construyen-, de muchos lugares del mundo conocido. Entre otros de Tartessos, el legendario reino nativo del sur peninsular y estirpe de los pueblos íberos que dominaron esta tierra.

LA IGLESIA DE SAN ILDEFONSO

Con respecto a la Virgen de la Capilla y la Iglesia de San Ildefonso también existen leyendas, algunas relacionadas con la anterior del lagarto, cuya piel supuestamente está expuesta en dicha iglesia.
Una de ellas es la La Cabeza de la Iglesia de San Ildefonso. Esta leyenda está basada en un hecho real que narra Antonio Becerra en su Memorial sobre el culto y devoción a la Virgen de la Capilla, publicado en 1639. En la Iglesia Parroquial de San Ildefonso, sobre unos de los contrafuertes que flanquean la portada que abre a la plaza, justo en el alero de la cubierta, hay una cabeza tallada en piedra.
Se dice que es el vivo retrato de un joven, hijo de persona principal de la ciudad, que una noche, a finales del siglo XVI, se ocultó en el templo y robó las lámparas de plata que alumbraban a la Virgen de la Capilla. Salió de la ciudad con su botín, pero su mala conciencia lo desorientó y fue apresado en Los Villares. Juzgado sumariamente en Jaén, fue condenado a muerte sin que sus padres, pese a sus altas influencias, pudieran valerle. Le ahorcaron y luego se ordenó descuartizarlo y exponer sus resto sobre los contrafuertes del templo para que sirviera de escarmiento a posibles ladrones sacrílegos. Cuando los restos se consumieron con el tiempo, se ordenó que la cabeza, esculpida en piedra, permaneciera eternamente expuesta sobre el contrafuerte más próximo a la torre. Y ahí se puede contemplar hoy día.

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