1/20/2019

El Macabro Exorcismo del Albaicín, Granada

Un macabro suceso tuvo lugar el 1 de Febrero de 1990 en el granadino barrio del Albaicín. Encarnación Guardia Moreno era sometida a un exorcismo que acabaría con su vida después varias horas de interminable sufrimiento.
Encarnación Guardia Moreno había estado trabajando en Francia en un hotel durante 8 años. Al dueño de ese hotel se le relacionaba con prácticas espiritistas y de magia negra, en las que se cree que Encarnación participaba. En uno de esos rituales hay una orgía de los participantes en la que Encarnación cree quedarse embarazada del "Demonio".
Regresa a Granada y se encuentra con que varios miembros de su familia dicen comunicarse con el espíritu de su primo José Guardia Alonso, recientemente fallecido de leucemia. Las sesiones espiritistas para comunicarse con el fallecido se hacen asiduas, tanto que Encarnación en una de ellas presa del más absoluto delirio asegura que tiene el Demonio en el cuerpo y pide a sus primas Enriqueta e Isable y al curandero Mariano apodado "el pastelero", que la ayudasen a sacar el hijo del Demonio de sus entrañas.
Así comenzó un macabro exorcismo en el que se la ofrece beber un brebaje compuesto de vinagre y sal en grandes cantidades, entre vómitos y espasmos Encarnación ingería una y otra vez el brebaje, viendo que la pócima no surtía efecto alguno deciden atarla y golpearla repetidamente instándola a que sacara al maligno de su cuerpo. Finalmente, calentaron una aguja al fuego y su propia sobrina Josefa Fajardo se la introdujo por la vagina al rojo vivo, no satisfecha con la punción introduce su mano por el ano de Encarnación y le extrae los intestinos por el mismo, para "desprender del interior de su cuerpo el engendro de Satanás".
A las 4 de la tarde del siguiente día y al ver que no regresaba a su casa, una de sus hermanas decide ir a buscarla a casa de sus primas; pero no la dejan entrar ya que "la sesión no debe ser interrumpida". La hermana extrañada regresa a casa y le cuenta lo sucedido a su padre y ambos se dirigen en busca de Encarnación. Lo que se encuentra al abrir la puerta es el cuerpo de su hija y hermana, desnudo, amoratado y en medio de un charco de sangre.
Rápidamente avisan a una ambulancia que traslada el cuerpo al hospital Ruiz de Alda de Granada e ingresa en la UCI, pero muere al día siguiente de un edema cerebral ocasionado por una gran ingestión de Sodio que ya había minado su sistema nervioso de forma irreversible.
El juicio dio comienzo el 15 de enero de 1992 con las declaraciones de los acusados. Debido a las constantes contradicciones, el reparto de culpas no quedó claramente definido. "El pastelero" reconoció haber practicado el exorcismo a petición de los familiares de la víctima y siguiendo las indicaciones de Encarnación, que le iba dictando los pasos para expulsar el ser demoníaco de su cuerpo. Acusó a Isabel y Enriqueta de convencer a la difunta para que asistiera al ritual y de haberle dado la pócima de Sodio; pero estas negaron cualquier participación, acusando a su vez a "el pastelero" de ser el único culpable. Josefa reconoció haber introducido la mano en el ano de la víctima y pincharle la vagina con una aguja ardiendo, afirmando que todos habían participado en el macabro suceso.
Finalmente, la Audiencia Provincial de Granada pidió un total de 5 años de prisión para los inculpados, por delito de lesiones por un lado y de imprudencia temeraria por otro. Para María Alonso, propietaria del inmueble en donde sucedieron los hechos, se pidieron 2 años y medio por no haber impedido estos.

Lo misterioso de este dantesco suceso de la mano del propio médico forense, Manuel García Blázquez, quien efectuó la autopsia al cadáver de Encarnación.

Este caso de exorcismo fracasado resulta extremadamente interesante porque ha sido documentado en un minucioso trabajo por el médico forense Manuel García Blázquez, del Instituto Anatómico-forense, en su libro "El exorcismo del Albaicín". En él se recogen detalladamente todos los hechos que rodearon este caso escalofriante.
El análisis forense dictaminó que tenía los músculos del cuello aflojados hasta el límite, como si su cabeza girase en redondo 360 grados. Los forenses iban tomando fotografías, tanto en película normal como en instantáneas Polaroid que servirían para avalar los hallazgos del doctor García Blázquez y los otros especialistas. Las diferentes imágenes se fueron depositando sobre una mesa, vueltas hacia abajo para evitar que la luz de los tubos fluorescentes dañaran la emulsión. Al terminar el estudio, bien entrada la madrugada, se dispusieron a comprobar el resultado obtenido en las instantáneas. Inexplicablemente, la mayoría de éstas aparecían veladas, y las que habían logrado impresionar alguna imagen las mostraban tan borrosas y distorsionadas que no resultaban válidas.
Por fortuna aún quedaban los dos carretes de 36 exposiciones que contenían el material más reciente y que serían revelados al día siguiente.
Pero al igual que los anteriores, éstos amanecieron defectuosos. La filmación de vídeo que se realizó también apareció velada, aunque pruebas posteriores demostraron que la videocámara se encontraba en óptimas condiciones. Se dirigieron nuevamente en compañía de la magistrada encargada del caso al Instituto Anatómico Forense para realizar un nuevo reportaje fotográfico. Pero, una vez más, el material fotográfico apareció velado.
Esta inaudita sucesión de errores se achacó a la iluminación defectuosa. La voz gutural, muy ronca, de la poseída, fue atribuida por el forense a un edema encontrado en las cuerdas vocales.
Encarnación tenía una lesión muscular en el cuello debido a una torsión exagerada, como si girase la cabeza en redondo, los forenses estimaron que una lesión así solo pudo producirse "cuando la víctima era ya cadáver". El único fenómeno inexplicable para el forense fue el del erizamiento capilar. No se conoce ningún fenómeno que explique que un cabello pueda erizarse hasta quedar rígido como un alambre.

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