9/05/2022

Algunas leyendas españolas


 La sangrienta leyenda que inspiró  la expresión "pasar una noche toledana"

En la cultura popular se recurre a la expresión "pasar una noche toledana" cuando uno quiere explicar que ha pasado una mala noche. Que no ha podido dormir porque una preocupación o una molestia le ha privado del sueño. Esta expresión tan común puede tener diferentes orígenes, pero quizá, el más atractivo de todos ellos tenga que ver con una sangrienta leyenda no apta para los más sensibles. Ocurrió en Toledo, por supuesto, a finales del siglo VIII, y dice así...


Cuando Toledo se rindió ante el poder de los Omeya, que gobernaban en buena parte de la península ibérica desde Córdoba, hubo quien no se sintió cómodo con este cambio de dirección. De hecho, buena parte de los nobles muladíes, personas de origen visigodo o hispanorromano reconvertidos al Islam, se mostraron en contra de la dinastía, a la que consideraban ajena a su historia y su cultura. Así que, en secreto y poco a poco, planearon una rebelión contra el centro de poder.
Cuando estos rumores llegaron hasta Córdoba decidieron enviar a una importante figura que hiciera frente a esta posible revuelta. Así llegó a Toledo el gobernador de la actual Talavera de la Reina, Amrús ben Yusuf, que era, como esos nobles, hijo de un cristiano converso. Él, sin embargo, estaba del lado de la dinastía Omeya, así que urdió un plan.
Sobornó a los clanes que eran contrarios a los nobles instigadores de la rebelión para que los traicionaran, algo que hicieron sin pensárselo demasiado. Así murieron los primeros cabecillas, aunque quienes los entregaron no corrieron mejor suerte: Amrús ben Yusuf también decidió acabar con sus vidas, por delatores. La paz se instauró una temporada, pero...


Pero no pasaría demasiado tiempo hasta que los rumores de una nueva intención de revolución llegaron de nuevo a oídos de los Omeyas. Los nobles muladíes seguían disconformes con el gobierno que tenían con ellos y volvieron a susurrarse entre sí maneras de derrocar a la dinastía.
En esa ocasión, Amrús ben Yusuf, ya por entonces gobernador de Toledo, se tomó su tiempo para vengar lo que consideraba una traición. Cuenta la historia que encargó la construcción de un nuevo alcázar en la ciudad, equipado con un gran foso. Para cuando estuvo listo, celebró un gran banquete al que invitó a todos los nobles muladíes de la ciudad, en lo que parecía una ofrenda de paz.
Esa noche, cada noble fue pasando a la recepción oficial de manera individual. Tenían que atravesar, uno a uno, un largo pasillo que conducía, supuestamente, al lugar de celebración. En realidad lo que estaban haciendo era dirigirse hacia su muerte, pues en el momento en que ponían un pie en esta sala, eran decapitados. Uno a uno. Se dice que transcurrieron horas hasta que acabaron con todos los invitados, que desde luego pasaron una auténtica noche toledana. Y después de aquello, claro, no hubo más intentos de revolución en un largo tiempo.

Los anillos milagrosos de la Ribera Sacra

Galicia es una tierra en la que realidad y ficción pueden fácilmente confundirse, sobre todo si uno es un poco novelesco. Rincones como el monasterio de Santo Estevo de Ribas de Sil, en el corazón de la Ribeira Sacra ourensana, facilitan mucho estas ensoñaciones. Se cree que este lugar, hoy reconvertido en Parador Nacional, lleva en pie desde el siglo VI. Su origen documentado se encuentra en el siglo X, coincidiendo con la llegada de los 9 obispos que cambiaron su historia para siempre.
Este monasterio podría ser protagonista de estas y otras líneas por muchas razones, artísticas o culturales, pero en este texto se queda como un simple escenario en el que sucedió una historia. Una historia relacionada con unos anillos milagrosos. Una de esas que, como se ha empezado diciendo, se mueven entre lo que pasó realmente y lo que ha terminado convertido en leyenda.

Cerca de Santo Estevo de Ribas de Sil, hoy en día, se encuentra el pequeño pueblo del mismo nombre, la naturaleza de la Ribeira Sacra y poco más. En el siglo X, era sencillamente un lugar remoto y aislado que fue escogido, tiempo atrás, como lugar de oración por los primeros cristianos.
Levantaron monasterios pensados para el recogimiento, la reflexión, y en torno a estos se congregaron.
La historia de 9 poderosos obispos que renunciaron a su estatus para retirarse a este recóndito cenobio ya se recoge en los textos de la época. Se llamaban, o eso señala una crónica del siglo XVI, Ansurio, Alfonso, Froarengo, Gonzalo, Paio, Pedro, Servando, Viliúlfo y Vimarasio. Llegaron de diferentes partes de la península ibñerica. Fue una sorpresa para sus contemporáneos y un honor para quienes ya habitaban Santo Estevo, tanto que el escudo del monasterio contiene 9 mitras, en memoria de este acontecimiento.
Cuando los obispos fallecieron, sus cuerpos se enterraron en un lugar privilegiado que hoy se conoce como Claustro de los Obispos. Más tarde se trasladaron al interior de la iglesia para ser venerados. Hoy en día, los restos descansan en un relicario del siglo XVII recientemente restaurado. Fue en esta restauración cuando realidad y ficción quedaron unidas, pero para entender esto hay que hablar primero de la leyenda.

Cuentan que los milagros se sucedían con los obispos todavía vivos, pero sobre todo se dieron poco después de su fallecimiento. La verdadera fuerza de la historia reside en los anillos episcopales que portaron con ellos. Nueve obispos con nueve anillos para dominarlos a todos, como en la monumental obra de J.R.R. Tolkien, pero ambientada en la Ribeira Sacra. Estos no estaban hechos en los fuegos de Mordor; eran anillos de plata, de factura sencilla. Cuando Ansurio y compañía fallecieron, estos anillos se depositaron en una caja de plata.
Con el tiempo, comenzó a creerse que este cofre tenía propiedades mágicas, relacionadas sobre todo con la cura de enfermedades. También con la protección de la salud de las personas, hasta el punto de que el cofre abandonaba el monasterio para estar presente en el parto de las mujeres de la zona. Se creía que, de esa manera, todo saldría bien.
Estos acontecimientos imposibles no tardaron en recorrer la península. A pesar de lo complicado del viaje hasta el monasterio, los peregrinos, que nada tenían que ver con el Camino de Santiago, comenzaron a llegar. También para venerar a esos obispos de quienes se decía, cuando todavía vivían, que eran capaces hasta de espantar demonios.
Puede imaginarse el cariño que los pueblos cercanos sentían por estos anillos y los obispos. Una relación que María Oruña quiso tomar como punto de partida para escribir "El bosque de los cuatro vientos". Meses después de la publicación de este libro sucedió otro milagro: los anillos, perdidos desde el siglo XVII, reaparecieron.

Todo comenzó con un trabajo de restauración. Concretamente, de los relicarios laterales de la iglesia, donde descansan los obispos. En este proceso, se halló una antigua bolsa de tela con bordados de oro. Dentro, para sorpresa de los afortunados restauradores, se hallaban 4 de los 9 anillos de la leyenda. Tres de ellos todavía conservaban la piedra que los identificaría como tal. 
Acompañando estos anillos, una nota: "estos cuatro anillos son de los que quedaron de los nueve Santos Obispos. Son los que han quedado. Los demás desaparecieron. Por ellos se pasa agua para los enfermos y sanan muchos". Así sucedió el último milagro, siglos después de su desaparición. Quién sabe si no habrás más noticias que dar en los tiempos que vienen, pues todavía se desconoce el paradero de los 5 restantes. Y Galicia es una tierra donde todo puede suceder.

Cuando Hércules vino a España a robar vacas

E la bahía de Cádiz el océano Atlántico entra con fuerza y delimita los municipios de Rota, Puerto de Santa María, Puerto Real, San Fernando y la ciudad de Cádiz. Parte de este espacio pertenece, además, al parque natural de la Bahía de Cádiz. Playas, arenales, marismas, salinas, pinares y zonas de matorral dotan a la bahía de riqueza natural. Los flamencos, los cormoranes y las cigüeñas, entre otras aves, sobrevuelan la zona. En Cádiz el viento de levante ha sido testigo del paso de diversas civilizaciones por sus municipios. También, han visto como las islas que antes formaban la bahía se fueron uniendo al continente europeo. El aire arrastra además el clamor de una leyenda: la de Hércules.

Cuenta la mitología griega que el hijo de Zeus y Alcmena acudió al oráculo de Delfos carcomido por la culpa, después de haber asesinado a su mujer e hijos en un arrebato de locura. Éste le encomendó someterse a las órdenes de Euristeo, rey de Argólida, para que pudiera purificar sus crímenes. Euristeo, que en realidad quería deshacerse del semidiós, le ordenó realizar 12 tareas, cada cual más complicada que la anterior. De las famosas 12 tareas de Hércules, una fue la que le condujo a España: la décima.

Es complicado pensar que las tierras que se pisan y habitan en la actualidad, antes fueran agua, pero así es. Al menos, en la caso de la Bahía de Cádiz. Esta zona era hace miles de años un archipiélago, el archipiélago de las Gadeiras, formado por las islas de Erítea, Cotinusa y Cimbis. Erítea se hundió, Cotiusa se hundió a la mitad y Cimbis es hoy la Isla de León. Las variaciones eustáticas, el oleaje, la acción de las corrientes marinas y fluviales, la actividad sísmica y la mano del ser humano provocaron los cambios en la orografía con el paso de los años.
Siguiendo con la leyenda, contaba la historia que Erítea era el hogar de un gigante de dimensiones colosales, cuyo cuerpo se escindía en 3 partes. Así, e ser monstruoso poseía 2 piernas, pero tres troncos, 3 cabezas y 6 brazos. Su nombre era Gerión. En Erítea, Gerión tenía un rebaño de 10.000 reses. Su perro de 2 cabezas y hermano de Cerbero, Ortro, y el pastor Euritión custodiaban los animales.
Para el décimo trabajo hercúleo, Euristeo decidió sacar tajada. Así, encomendó al semidiós la tarea de traerle el ganado de Gerión. "Debes conseguir traerme el ganado de Gerión, pero puedes ni comprarlo ni pedirlo", le espetó. Quedaba pues una tercera opción: robarlo.

Para poder llegar a Erítia el semidiós tuvo que viajar desde la región del Peloponeso hasta la actual Cádiz, en aquellos momentos límite del mundo conocido. Aunque ahora probablemente el camino hubiera sido distinto, con la antigua disposición del mundo Hércules tuvo que atravesar el desierto de Libia. En su periplo, auspiciado por las brasas del sol y el calor, Hércules lanzó flechas envenenadas al dios Helio. Éste, molesto, se ofreció a prestarle su copa dorada con la cual, cada noche, cruzaba la tierra para regresar a su palacio en Oriente. La única condición: dejar de dispararle. Hércules aceptó el trato.
Justo antes de llegar a la isla encontró otro obstáculo: dos grandes rocas le separaban del hogar del gigante. Para solucionar su traba, Hércules separó con sus propias manos las extensiones de tierra que formaban Europa y África. Así nacía el estrecho de Gibraltar. Para señalizar el fin del mundo el héroe colocó dos columnas. La norte en el peñón de Gibraltar. Para la sur existen dos versiones: la primera dice que se instaló en el monte Hacho de Cuta, la segunda que lo hizo en el monte Musa de Marruecos.

Cuando Hércules llegó a Erítea el perro de 2 cabezas y el pastor se abalanzaron sobre él, pero el héroe salió victorioso de la escaramuza con su ya famosa maza. Inmediatamente, se puso a reunir a todo el ganado. Apenas le quedaban unas reses, cuando el suelo comenzó a temblar. Una criatura monstruosa de proporciones gigantescas le miraba con sus 6 ojos desde las alturas. Hércules actuó rápidamente: cogió sus flechas envenenadas y disparó una. Aunque la historia tiene varias versiones, una de ellas cuenta que Gerión se asustó y huyó hasta llegar a Galicia. Allí, acorralado por Hércules, ambos individuos se enfrentaron hasta que Gerión cayó abatido. En honor a su victoria, el semidiós levantó una ciudad, Crunna, aunque hoy se la conoce como A Coruña. Muerto el gigante, Hércules regresó a por las reses. Aún le quedaría un largo camino de vuelta hasta las tierras de Eurísteo. Pero esa es ya otra historia.



Fuente: espanafascinante.com

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