5/04/2016

Érase una vez Córdoba

EL ORIGEN DE LA FIESTA DE LAS CRUCES DE MAYO

Los meses de Abril y Mayo incluyen diversas festividades que, como ocurre con tantas otras fechas señaladas del calendario cristiano, tienen origen pagano, en este caso relacionado con el esplendor de la primavera. Quizá el ejemplo más claro sea el de San Isidro Labrador, que se celebra el 15 de Mayo, sin coincidir con la fecha de su fallecimiento. Y algo similar ocurre con la Fiesta de la Cruz, evidente fusión de ambos legados.
En origen, sería una de las celebraciones vinculadas a las flores, que incluían cánticos, bailes y, en algunos casos, también ya un eje vertical central, a modo de "totem". Este podía ser un árbol, o sencillamente un palo cuya cima debía ser alcanzada por los jóvenes (costumbre esta última que aún se mantiene en muchas localidades españolas).
Por otro lado, según la tradición cristiana, un 3 de Mayo tuvo lugar la "Invención de la Cruz". Esto es, el descubrimiento por parte de Santa Elena, madre del emperador Constantino, de la cruz donde Jesucristo había sido crucificado. Por ello Elena aparece sosteniendo este objeto en uno de los pilares de la basílica de San Pedro del Vaticano, (Roma).
Cabe matizar que Constantino no fue, como comunmente se dice, el gobernante que hizo del cristianismo la religión oficial del Imperio Romano. Ese paso lo daría Teodosio décadas después. Pero Constantino sí instauró la libertad de culto, abriendo así la vía para el desarrollo del potencial de esta religión.
Los historiadores suelen optar por considerar que esta apertura se debió a motivos políticos y pragmáticos. La leyenda, sin embargo, habla de que su conversión se debió a la visión de una cruz en el cielo la noche anterior a una gran batalla, y que le habría llevado a la victoria en esta. Pero su especial relación con la Cruz no quedó ahí, sino que, como hemos mencionado, fue continuada por su madre.
Son varias las fuentes antiguas que narran la llegada de Santa Elena a Tierra Santa, si bien este viaje también podría bordear el mito, considerando que para entonces la peregrina debería tener 75-80 años. La cuestión es que todas las versiones coinciden en que allí encontró reliquias, como las de los Reyes Magos o la mencionada Vera Crux, que diferenció de las otras dos cruces (las de los ladrones ajusticiados junto a Jesús) gracias a una curación o resurrección milagrosa producida al entrar en contacto con el sagrado leño.

LA MASONERÍA EN CÓRDOBA

La Masonería hunde sus raíces en las cofradías de constructores, vinculados especialmente a las grandes catedrales medievales y cuyos conocimientos estaban reservados a dicho gremio (maçon en francés significa "albañil"). Pero, poco a poco, en su círculo fueron aceptados, a modo honoríficos iniciados, personajes de alto nivel económico y sobre todo cultural, mentes inquietas deseosas de descubrir los misterios de la arquitectura.
Fue así como en Londres, en 1717, nació la Masonería filosófica o especulativa, una organización filantrópica e intelectual que empleó como símbolo las herramientas de aquellos operarios: el compás, la plomada, la escuadra... Y de ahí imágenes como la superior, que representan al Gran Arquitecto del Universo.
No sería hasta el tercer tercio del XIX cuando la Masonería tuviese en España una relevancia considerable. La costa gaditana (por el flujo de viajeros extranjeros y, evidentemente, por la presencia de Gibraltar) jugó el papel más destacado en Andalucía con nada menos que 134 organismos vinculados a la misma. El de Córdoba fue más discreto, sumando, entre los años 1868 y 1898, un total de 33 organismos que aglutinaban a 568 masones. Sin embargo, apenas una docena de logias andaluzas sobrevivieron a la crisis de fin de siglo, y ninguna de ellas fue de nuestra ciudad.
La dictadura de Primo de Rivera coincidió con un resurgir de las logias españolas, probablemente porque funcionaron a modo de refugio de ideas contrarias al Régimen (lo que a la postre supondría una politización de las mismas). Así, antes del estallido de la Guerra Civil, Córdoba volvió a sumar 9 organismos y 288 masones. Sin embargo, divisiones internas y las persecuciones durante la Dictadura franquista por la mencionada politización dieron al traste con ese repunte.
Es probable que ya antes de 1975 volvieran a existir, de forma semiclandestina, logias en la Costa del Sol o Gibraltar, pero fue la llegada de la Democracia lo que provocó de nuevo la legalización de la Masonería en 1979. A pesar de ello, en Córdoba no se reinstauraría hasta el año 2011, a través de la Respetable Logia Maimónides número 173.

LA LEYENDA DEL POZO DE LAS VÍRGENES

El Convento de la Victoria fue derruido en la segunda mitad del s.XIX para ampliar el espacio donde se celebraba la Feria de la Salud (ubicación esta que se mantuvo hasta finales del s.XX). Desde al menos un milenio antes aquel había sido un lugar habitado por religiosos cristianos: Ya en tiempos de Almanzor, caudillo simpatizante de los fieles a Jesús, este era un cenobio que acogía a muchas bellas hijas de familias musulmanas convertidas al cristianismo, lo cual había despertado recelos en los jóvenes adoradores de Alá.
Por eso, la noche en la que el Almanzor cayó frente a las tropas cristianas muy lejos de Córdoba, un misterioso pescador comunicaba esa derrota, a modo de visionario, por las calles de nuestra ciudad. Ante tal noticia, parte de la población islámica se echó a la calle y culpó a los cristianos, dando rienda suelta a saqueos y abusos de todo tipo hacia ellos.
En medio del caos, un grupo de jóvenes, frustrados por el hecho de que tan hermosas doncellas hubieran cambiado su credo y decidido mantenerse puras toda su vida, se tomaron también por su cuenta lo que consideraban justicia, e intentaron asaltar el monasterio para abusar de ellas.
Fueron derribando puertas y forzando cancelas hasta que el horrible trance se hacía inminente, por lo que las asediadas decidieron refugiarse en la sacristía del templo, portando todas una vela en la mano y luciendo una serenidad que solamente podía explicarse con su profunda fe.
Curiosamente, a nadie encontraron en esa estancia los asaltantes cuando consiguieron entrar. Pero un instante después debieron huir porque llegó al lugar el hijo de Almanzor, que había conseguido apaciguar los ánimos de aquella abominable noche. Y halló en la sacristía un pozo rodeado de velas. Un pozo en cuyas paredes interiores podían distinguirse manchas de sangre y de cuyo fondo aún salía algún leve y agonizante gemido.
Entonces comprendió que las novicias habían preferido la muerte antes que ser alcanzadas y mancilladas.
Desde entonces, ese pozo, que aún se conserva, se conoce como "El Pozo de las Vírgenes".



Fuente: leyendasdecordoba.blogspot.com

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