Don Teodomiro Ramírez de Arellano, historiador de Córdoba, nos cuenta, en 1873, una interesante leyenda sobre un suceso que acaeció en la llamada "Casa del Duende", situada en el número 55 de la calle Almonas (barrio de San Andrés) y que recoge Julio Caro Baroja en su obra "Algunos Mitos Españoles".
Según el citado autor, hacía muchos años, en aquella casa había vivido una dama muy rica y bella, que era envidiada por su hermano, al haber sido la única beneficiaria en el testamento de su padre. No pudiéndola engañar para que repartiera la fortuna con él, decidió asesinarla.
Pero en esa casa también habitaba un duende que, para don Teodomiro, no era sino un alma o un ser humano castigado a vivir siempre en pena por haber abofeteado a su padre. Este duende, llamado Martín (nombre obligado a todos los de su gremio. Recordemos los duendes Marinico de Castilla y de Granada), se enamoró perdidamente de la dama, ala que seguía, atosigaba y defendía, salvándole varias veces de los intentos de asesinato de su hermano.
Pero la dama, harta, a pesar de todo, de la solicitud de un ser tan feo, que apenas tenía más de media vara, determinó mudarse de casa y alquilar la suya propia.
Se enteró el duende y le rogó que no lo abandonase, indicándole el gran peligro que sobre ella se cernía. No le hizo caso y se mudó.
La casa de la calle de Almonas, cuya fama no era buena, quedó deshabitada. Poco después, el hermano asesinaba a la hermana, de manera tal que nadie pudo averiguar quién había sido el autor.
Se presentó dando muestras de gran dolor y pasó a ser el dueño de las riquezas que siempre había codiciado. Dos o tres años más tarde volvió a vivir en la casa de la calle Almonas, a pesar de las habladurías que sobre el supuesto duende se decían, en el que, por supuesto, no creía.
Pasó algún tiempo tranquilo en ella; pero una noche se despertó sobresaltado y, cuando quiso darse cuenta, sintió una cuerda al cuello, falleciendo poco a poco después ahorcado de una viga. Durante 3 días quedó la casa cerrada, ante la extrañeza de los vecinos, que, al fin, dieron parte al corregidor. Se presentó éste y mandó forzar la puerta.
Hallaron el cadáver colgando y a su lado el hombrecillo horrible, que manifestó ser el autor de la muerte y recomendó que le dieran sepultura sagrada, contando toda la historia, cuya memoria - dice Arellano - se conserva todavía hace 70 años, y suponemos que seguirá conservándose.
También en Córdoba existe la calle del Horno del Duende, donde nos refiere Sánchez Pérez que, en época anterior al año 1850. Una familia se mudó de su hogar por causa de un duende, y cuando llevaron el último mueble a la casa nueva, dijo el duendecillo desde el interior del mueble:
"¡Aquí estamos ya todos!
Frase que ha pasado al acervo popular, diciéndola aquel que llega a una reunión donde no se contaba con él.
Este mismo folclorista nos trasmite una idea diferente de los duendes de Andalucía de la que hemos visto hasta ahora, dice que en algunos casos son chiquitos e inofensivos y que se nota perfectamente cuando entran en el dormitorio y se suben a la cama de matrimonio acurrucándose, por cierto, siempre al lado de la mujer.
Fuente: elblogdelunasite
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