5/31/2025

Daniel, Aitor y Victoria: Una Aventura

 


En los confines de la tierra de Eldoria, donde los ríos cantaban melodías antiguas y los árboles susurraban secretos al viento, vivía Daniel, un joven de 23 años con el alma de un aventurero y la paciencia de un roble. No era un guerrero, ni un mago, sino un artesano de corazón, cuyas manos daban vida a la madera y al metal. Compartía su humilde hogar en la aldea de Veridian con su hermano menor, Aitor, un torbellino de 10 años cuya imaginación era tan vasta como los cielos de Eldoria. A menudo, Victoria, su prima de 6 años, una niña con ojos que reflejaban la curiosidad de un elfo del bosque, se unía a ellos, trayendo consigo risas y el aroma de las flores silvestres.

Un día, una sombra se cernió sobre Eldoria. El Gran Roble, el corazón de la aldea y fuente de su magia protectora, comenzó a marchitarse. Sus hojas, antes de un verde vibrante, se tornaron de un color óxido, y su corteza se agrietó como tierra seca. Los ancianos murmuraban sobre una antigua leyenda, un mal que solo podía ser repelido por el “Cristal de Lumina”, una gema legendaria escondida en las profundidades de la Cueva de los Ecos perdidos.

Daniel, sintiendo la desesperación de su gente, tomó la decisión de emprender la búsqueda. Aitor, a pesar de su corta edad, insistió en acompañarlo. “Mis ojos son pequeños, pero ven cosas que los tuyos no,” dijo con la terquedad de un joven dragón. Victoria, con lágrimas en los ojos, ofreció su pequeño amuleto de la suerte, una piedra pulida que habría encontrado junto al río. “Para que el camino no sea tan oscuro,” susurró,

El viaje fue arduo. Atravesaron el Bosque Susurrante, donde las sombras jugaron al engaño y el aire se volvía frío con espíritus olvidados. Aitor, con su espíritu indomable, mantuvo la moral alta, señalando nidos de pájaros exóticos y encontrando bayas comestibles. Daniel, con su habilidad de artesano, construyó puentes improvisados sobre arroyos caudalosos y reparó sus herramientas. La pequeña Victoria, aunque no estaba físicamente con ellos, les servía de inspiración. Cada vez que el desánimo los invadía, Daniel tocaba el amuleto en su bolsillo, recordando la fe de la niña.

Finalmente, llegaron a la Cueva de los Ecos Perdidos, un lugar envuelto en un silencio opresivo. En el corazón de la cueva, custodiado por una antigua ilusión, yacía el Cristal de Lumina. La ilusión, una criatura de sombra, se manifestaba como sus miedos más profundos. Daniel vio su propia incapacidad para proteger a su familia. Aitor vio un mundo sin aventuras. Fue Aitor quien, con la inocencia de un niño, rompió el hechizo. “¡Eres solo una sombra!,” gritó, y su voz resonño, disipando la ilusión.

Con el Cristal de Lumina en sus manos, regresaron a Veridian. La luz del cristal, al tocar El Gran Roble, revivió su esencia. Las hojas volvieron a su verde vibrante, la corteza se suavizó, y una nueva energía fluyó por la aldea. Daniel se convirtió en el héroe de Veridian, pero él sabía que la verdadera fuerza no residía en un solo individuo, sino en el amor y el coraje de una familia,



Escrito por Manuel Muñoz Pedregosa

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