Era una joven pareja, Roberto y Maricela recién acababan de contraer nupcias, los dos enamorados y recién casados buscaban dónde comprar su vivienda, ya habían visto algunas opciones, pero por falta de presupuesto o cercanía con su lugar de trabajo o algún desperfecto en el lugar, no se convencían por ninguno; hasta que uno de sus vecinos del lugar donde estaban alquilados por el momento, les comentó de una casa muy cercana a su lugar de residencia actual, la casa era grande, hermosa, de dos pisos, con un gran jardín en el patio trasero, en el que había un hermoso rosal, que pese al abandono y paso de los años, parecía como si alguien lo cuidase con total esmero.
La casa era de un familiar del vecino que había fallecido hace un par de años, pero sin dar más detalles del por qué o cómo, mencionó que la había heredado y que planeaba venderla, ¿el precio? Era casi regalado y a parte, sumando el descuento que le hizo a la joven pareja por el aprecio que les había cogido por el tiempo que eran vecinos.
Pasó poco tiempo para que la pareja se marchara a su nuevo hogar, en poco tiempo la que fuese una casa abandonada ya lucía como una gran mansión, todo parecía perfecto, un feliz matrimonio, el ascenso de Roberto en su trabajo y Maricela embarazada, todo iba viento en popa.
Ya había pasado un tiempo sin novedad alguna; excepto por algunos comentarios que les hacían sus amigos a la joven pareja, Como que en ocasiones llamaban por teléfono a su casa y les contestaba una chica con voz muy amable que incluso se ofrecía a dejar el recado, cuando se encontraban con vecinos en la calle, ellos juraban haber visto a una mujer joven asomada a la ventana del segundo piso que les sonreía amablemente, que incluso les llegaba a saludar. Era muy raro ya que esa ventana era la del cuarto que tenían previsto para el bebé.
La pareja se tomaban a risa todo lo que les contaban, ya que eran muy escépticos y no creían en esas tonterías, incluso pensaban en no bautizar al futuro niño.
Pasaron los meses y llegó el nuevo miembro de la familia, Mateo, un lindo varón de 3 kilos, no podían estar más felices.
El niño llegó a su habitación, la que habían preparado con anterioridad, estaba toda pintada de color azul cielo, con avioncitos dibujados por toda la pared del cuarto, una bonita cuna y una silla mecedora donde su madre podría alimentarlo y arrullar al niño.
El niño se portaba muy bien, casi no lloraba y cuando cogía un berrinche, bastaba con ponerlo en la cuna, para que en cuestión de minutos se callara o quedara dormido. En una ocasión mientras comían y el niño dormía en su cuna, comenzaron a escuchar que el niño reía e incluso carcajadas, al subir a ver al niño todo quedó en silencio de repente, pero la silla mecedora se movía sin motivo aparente, cogieron al bebé y lo bajaron con ellos al comedor sin dar más importancia a lo sucedido.
El exceso de trabajo de Roberto y el encerramiento de Maricela por cuidar al niño todo el día, comenzaba a pasar factura a la feliz familia, que comenzaban a tener problemas entre ellos. Las peleas comenzaban a subir de intensidad, y en una ocasión que no paraban de gritarse el uno al otro, y el niño no paraba de llorar ya que lo tenía cogido Maricela y lo paseaba mientras discutían de un lado a otro. Enfadadísima subió a la habitación del niño para ponerlo en la cuna para seguir la discusión con Roberto, entre sus gritos dejaron de escuchar el llanto del niño, fue hasta después de una hora que se dieron cuenta que el niño ya no lloraba y que todo lo contrario, había pasado del llanto a las risitas.
Se miraron fijamente, fueron al cuarto del bebé, al abrir la puerta se llevaron el susto de su vida, al ver que una mujer de apariencia joven flotaba en el aire aparentemente sin pies, tenía cogido al pequeño niño consolando su llanto, de repente la extraña mujer se giró para mirar a la pareja con rostro de estar muy enfadada, Roberto se acercó corriendo y con miedo para quitarle el niño a la extraña mujer y salir corriendo de la habitación...
La familia al día siguiente cogieron todas sus cosas y salieron inmediatamente del lugar.
Poco después el buen vecino les contaría la historia, la joven mujer que se aparecía, era su prima, que al igual que Roberto y Marisela se había casado y junto con su esposo habían comprado esa casa. Habían tenido un bebé pero falleció por la muerte de cuna (más conocida como muerte súbita), su marido la dejó al poco tiempo y su único consuelo era cuidar el rosal como si fuese su bebé fallecido, poco tiempo después ella se quitaría la vida en el cuarto que fuera de su bebé.
La casa no ha sido habitada desde entonces, el rosal sigue siendo cuidado, y algunos cuentan que se puede ver a la joven por las ventanas de las habitaciones que dan a la calle.
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